sábado, 6 de febrero de 2010

Chiqui


Ayer cinco de Febrero, venía de acompañar a una amiga de la estación de Granada. Después pasé por los paseillos para ir a mi casa, un gran lugar de divertimiento y esparcimiento, con corredores, patinadores, ciclistas y paseantes en general. Aunque a las cinco de la tarde no había gente deportista, solo viandantes y un par de parejas en los bancos. De repente un perrito me mira y empieza a seguirme, como llevaba una bolsa con un poco de comida, llega a mi altura, la huele y me menea la colita mientras me sigue.

El pequeño sigue a mi lado a través de los paseillos, todo el rato a mi vera. Si me paro, él se para. Si se quedaba oliqueasdo, enseguida corriendo con sus patitas cortitas a mi costado.

Llego al portón de mi casa y el enano también. Subo y lo llevo conmigo, me daba penica que le pueda pasar algo o que algún vecino lo echara del portón. Y en la calle no quería dejarlo, muchos coches.

Así, como el perrete tiene collar antipulgas y otro collar para la correa mu chulo, debe de tener dueño o dueña (no me pillarás ministra de la igualdá), pues decido llevarlo otra vez a paseillos, a ver si su amo/ama lo esta buscando por allá.

Pues no. Nadie parece estar con cara de preocupación por lo que sea. Ni por los exámenes la gente parecía inquieta.

Entonces, lo mejor es llevarlo a una clínica veterinaria para ver si tiene chip. Me estaba empezando a encariñar con el bicho. Pero por el bien de todos lo principal era ver que me decían los veterinarios. Si no tuviera chip, pondría carteles. Si nadie lo reclamaba, el peque se quedaría conmigo.

Afortunadamente el chip estaba bajo su piel. Chiqui se llama el perrico. Justo un año que fue registrado, casualidad, pues al principio creíamos que era su cumple!!! Como las veterinarias, muy amables, graciosas y guapas ellas, no localizaban a la dueña (ya sabían que es una chica) pues se pondrían en contacto conmigo, pues no pueden dar datos de nadie, muy comprensible.



Así me fue con Chiqui a la facultad de ciencias, a pasear al pequeñín, con una correa que me dejaron en la clínica. Correa que no me hacía falta, Chiqui se portaba a mi lado de manera ejemplar, se paraba cuando lo hacía yo, esperaba a que pasasen los coches, venía si lo llamaba. Vamos, un primor de perrico, acostaico a mi vera en el banco de la facultad. Lo dicho, si no salía el dueño (sin chip y sin repuesta a carteles) yo encantao de cuidarle.

Ya cuando me llamaron las chicas, la dueña estaba dirigiéndose al lugar, la clínica veterinaria Galápago (publicidad gratuita majas). Tan rápido, que sin querer la tuve esperando una media hora, pues yo tenía un pequeño compromiso con una amiga que me retrasó más de la cuenta.



El gran reencuentro llegó y yo me despedí de Chiqui. Le conté a su dueña todo lo que me había pasado con el pequeño. Y como la gente conocida que me encontré en la facultad diciendo si era mío jeje. De buena gana quiero un perrico tan bueno. Pero con su ama no lo es tanto, que se le escapó el bandido, en el triunfo.

Me queda la satisfacción de haber hecho bien, y la cara de alegría de su dueña, la cual me dijo: ¡ojalá hubieran mucha más gente tan buena por el mundo! Sólo puedo decir: No hay de que, no pasa nada y muchas gracias por halagarme de esa forma.

¡¡¡Hasta siempre chiqui!!!

1 comentario:

  1. ¡Mira que bien! Aunque estoy segura de que Dobo se habría divertido de lo lindo con un nuevo compañero.

    Ya sabes que tiene que haber gente buena en el mundo.

    Un saludete desde Badajoz

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